jueves, 24 de abril de 2014

El alma democrática


... la igualdad ha precedido a la libertad: la igualdad era, pues, un hecho antiguo, cuando la libertad era todavía una cosa nueva; la una había creado ya opiniones, usos y leyes que le eran propias...
...La igualdad suministra cada día una gran cantidad de pequeños goces a cada hombre. Sus hechizos se sienten a cada momento y están al alcance de todos; a los corazones más nobles no les son insensibles, y las almas más vulgares hacen de ellos sus delicias. La pasión que la igualdad hace nacer, debe ser a la vez general y enérgica.

Los hombres no pueden gozar de la libertad política sin comprarla mediante algunos sacrificios, y si la consiguen es con muchos esfuerzos; pero los placeres que la igualdad procura se ofrecen por sí solos; cada uno de los pequeños incidentes de la vida privada parece hacerlos nacer, y para gustarlos no se necesita más que vivir.

Entre las leyes que rigen las sociedades humanas, hay una que parece más precisa y más clara que todas las demás. Para que los hombres permanezcan civilizados o lleguen a serlo, es necesario que el arte de asociarse se desarrolle entre ellos y se perfeccione en la misma proporción en que la igualdad de condiciones aumenta Tocqueville La Democracia en América, Vol II

Fuente: Colonial Authority


Cómo transformaría un Estado realmente democrático al individuo ¿plantearía una cuestión de causa-efecto? Dicho de otra forma, ¿existe una relación entre el régimen que vive una nación y la psicología, aptitudes y actitudes de los individuos que la habitan?

Algo así me pareció percibir por lo que me dijo un amigo una calurosa noche de verano en un pueblecito situado al norte de Estados Unidos. Estábamos tomando una cerveza helada en el porche de su casa y de alguna manera la atención de nuestra conversación se fue hacia el tejado de la casa:

  -Los dos últimos inviernos han sido muy duros. Voy a tener que poner un tejado nuevo.

  -Eso será caro ¿no?

  -No, si lo hacemos entre algunos amigos.

  -El año pasado le pusimos un tejado nuevo a la casa de Andy.

  -¿Ah si?, ¿Cuánto tardasteis?

  -Dos días

  -¿Eso se puede hacer en dos día?

  -Desde luego, si somos cuatro tipos dispuestos a trabajar duro, con las herramientas adecuadas, y si cada uno sabe lo que está haciendo; desde luego que sí

  -Una buena forma de ahorrar...

  -Sí - apostillo con una sonrisa de satisfacción mi amigo - Pero al finalizar el día no hay nada mejor que tomarse una buena cerveza helada contemplando todos un trabajo bien hecho.

Aunque tan solo sea rascar la superficie, creo que mi amigo Wayne me había descrito algo de aquello que Tocqueville observó y describió en el Volumen 2 de la Democracia en América.
Uno de ellos trabajaba en la construcción, Wayne era ingeniero, otro profesor y el último tenía un negocio en el pueblo. Hombres de distintas edades y profesiones con un espíritu de comunidad que choca al viajero cuando de verdad convive con ellos. Nadie más ni menos que nadie: el principio de igualdad y la ayuda mutua surge de forma natural. Ese espíritu de comunidad se ve por todas partes: un grupo de jóvenes voluntarios que limpian de hojas el parque un sábado por la mañana, otros que se visitan los domingos a hacer una barbacoa..., o alguien que viaja 60 Km para arreglarle el ordenador a una señora mayor viuda que vivía en medio de ninguna parte, pero que me di cuenta que aunque vivía sola no estaba sola. Y el buen samaritano no tenía relación de parentesco alguno. Pero hizo 40 millas de ida y otras 40 de vuelta y tan solo aceptó un café y unas pastas como premio cuando acabó el trabajo.. 

Simplemente: las cosas funcionaban así. No se trataba de una solidaridad forzada sino de algo que surge de forma natural. Ese fenómeno se da en las poblaciones pequeñas, algo que también menciona Tocqueville. En una ciudad grande la historia es otra, por eso un ingeniero y su mujer se trasladaron a vivir cerca de Two Rivers o Trivers (como le llaman los lugareños), Wisconsin. Antes habían vivido en Indianápolis: una ciudad demasiado grande para su gusto.


Intuyo que en ese espíritu de igualdad y de comunidad se da la inercia de cuando los primeros pobladores llegaron casi con lo puesto y tuvieron que sobrevivir a los duros inviernos con medios muy escasos y casi sin comida. El viaje desde Europa de aquellos primeros pobladores en pequeños barcos de vela no permitía que llevasen equipaje. Por cuestiones de espacio solo acarreaban con  lo imprescindible. Nadie se permitía el lujo de transportar un mueble, pero sí la herramienta básica para hacerlo. Digamos que si llevaban un hacha desde Europa no iba con el mango. Recuerdo visitar un poblado, que conservan como patrimonio histórico, de cuando llegaron aquellos primeros pioneros y marcaban muy bien este hecho: objeto traído de Europa, mesa fabricada de tal madera... Todo lo fabricado era genuinamente americano menos lo que necesitaba un proceso industrial.


La democracia se forjó en un espíritu de comunidad y supervivencia donde todos se hallaban ante las mismas condiciones de penuria y supervivencia, y estas condiciones eran tan extremadamente duras que muchos se quedaron por el camino. Los museos están llenos de ejemplos de la vida de aquellos primeros pobladores y su lucha por la supervivencia. Y de su relaciones con los indios nativos; unas veces de cooperación (de ahí viene el día de Acción de Gracias) y comercio y otras no tan afortunadas.


Nueva Inglaterra fue el crisol donde se forjó la democracia en América. Allí fueron a parar los intelectuales perseguidos en las guerras de religión de Inglaterra, banqueros, médicos, maestros, abogados..., excedentes inconformistas de toda Europa. Es decir, se necesitó un foco intelectual que diese forma a un mundo completamente nuevo que se abría hacia los europeos que por algún motivo u otro tuvieron que marcharse a esas nuevas tierras. Es como si de pronto encontrásemos otro planeta habitable y un grupo de pioneros quisiese probar suerte llevándose lo imprescindible para sobrevivir. Algo así debió ocurrir. Pensad quiénes se marcharían de tener la oportunidad: primero deberían ser arriesgados y valientes para tomar tal decisión. Después muchos puede que desesperados sin nada que perder excepto la vida ¿Que tipo de sociedad crearía esta segunda situación? ¿Una de desahucios donde los responsables de la catástrofe quedan libres y con pensiones de ensueño? ¿Una donde pueden obligarte a decidir si quieres ser español o te puedían asesinar por se español mientras los asesinos acaban libres gracias a los derechos del hombre? ¿Médicos, arquitectos y abogados sin trabajo ni esperanza de encontrarlo? ¿Qué tipo de sociedades te obligarían a ser pionero en ese planeta? Piensen en ello...
 Vicente Jiménez

sábado, 19 de abril de 2014

La ley de leyes



"The will of the nation" is one of those expressions which have been most profusely abused by the wily and the despotic of every age”. Tocqueville Democracy in America


Según Tocqueville la “voluntad del pueblo es una de esas expresiones que han utilizado más los déspotas de cualquier época”. Todos los satélites orbitando en torno a un tirano, los últimos arribistas, oportunistas y el resto... la masa de infortunados ciudadanos que se han abandonado a callar apoyan en mayor o menor medida los sistemas totalitarios y de pensamiento único.


Cuando las decisiones ya tomadas desde el poder se presentan como el “deseo del pueblo” o disfrazadas en forma de votaciones para “decidir” aquello que estaba ya dictaminado desde el sancta santorum de la oligarquía dominante, para ser en seguida ratificado por sus palmeros nos encontramos sumergidos en la peor de las dictaduras. Utilizar el sufragio como coartada de una farsa en beneficio de inconfesables intereses personales es rizar el rizo de la perversidad y el abuso de poder: no hay peor dictadura que la que se disfraza de democracia.


Un pueblo libre decide por sufragio sobre los temas que verdaderamente obedecen a intereses personales de la vida cotidiana de los mismos ciudadanos y donde cada uno de ellos ha sido idénticamente informado y se halla con idéntico poder. Un pueblo libre toma decisiones de forma directa o mediante sus representantes (aquellos que están presentes por ellos) sobre cuestiones tales como a qué o quienes se les aplica los recortes, sobre las leyes que controlan a los gestores públicos, sobre cómo recuperar el dinero público mangado, sobre los desahucios, sobre la responsabilidad del prestamista (banquero) y si éste presenta contratos abusivos , la escolarización, las guarderías, la conciliación de la vida familiar con el trabajo, las pensiones; y ya que las feministas jamás lo han sacado a la palestra porque no es políticamente correcto (cuando la izquierda ha estado en el poder ese tema ha sido siempre tabú) la mísera pensión que le queda a las viudas una vez fallecido el marido; y tantas otras cuestiones que sí le importan y preocupan a la sociedad civil: a cada uno de los hombres y mujeres que no se encuentran representados ni en el Estado y mucho menos en los estaditos. Un pueblo libre no tiene por que votar propuestas sobre problemas fraguados por políticos ineptos simplemente porque no saben o no les interesa resolver las dificultades de verdad. Un pueblo libre no tiene por que decidir sobre cortinas de humo echadas al viento para tapar las vergüenzas de la mediocridad y corrupción de las oligarquías que han hecho de la dilapidación del dinero público su modus vivendi escondiendo la corrupción en irrealidades y fabulaciones.


Un pueblo libre requiere de verdaderos representantes – aquellos ciudadanos surgidos desde la sociedad civil para la sociedad civil y cuya función es siempre realizar una función de intermediación con el Estado; y como dijo A. Lincoln en su famoso discurso de Guettisburg, conseguir un : “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.


Una sociedad libre necesita, en definitiva, la representatividad reflejada desde sus instituciones al conjunto de la cidadanía – que las acciones de sus representantes reflejen de verdad los verdaderos deseos y esperanzas que esa sociedad civil ha confiado en ellos, y resuelva sus problemas: no que origine otros que ni siquiera existían dejando los de verdad sin resolver. Es la soberanía del pueblo la que debe tomar posesión del Estado pasando desde el primer ciudadano al último estamento... impregnándolo todo.


Volviendo a parafrasear Tocqueville, hay que leer y releer a Tocqueville, que la soberanía del pueblo llegue a convertirse en la ley de leyes.

domingo, 13 de abril de 2014

Tocqueville: un autor de obligada lectura


Manuscrito de la Democracia en América

Os presento a Tocqueville. Nació de una familia aristocrática tres años antes de que Napoleón invadiese España, es decir, en 1805. Después de sobrevivir a un año de prisión sus padres se salvaron de la guillotina por los pelos gracias a la caída del reino del terror en el que desembocó la Revolución Francesa. La ejecución de Robespierre en 1794 les salvó la vida a todos. Tocqueville se preguntó por qué la Revolución había fracasado en Francia mientras que la democracia entró de forma tan dulce en EEUU una vez ganada la Guerra de Independencia contra Inglaterra. Así que bajo el pretexto de ser comisionado para estudiar el sistema penitenciario americano se fue a viajar por EEUU durante ocho años después de un primer viaje de nueve meses en busca del Santo Grial de la democracia como un Sir Lancelot de las mismísimas crónicas artúricas.



Si bien Hobbes, Locke y Rousseau creyeron en un Edén inicial de un “estado de la naturaleza” en el que todos habíamos nacido libres e iguales y donde las cosas se torcieron; Tocqueville llegó a la conclusión contraria por un camino mucho más sutil y sin dejar de tener la impronta roussoniana del estado “natural del hombre”: en el devenir de la historia se da una fuerza natural forjadora de sociedades más justas, libres y capaces de lograr la igualdad.



Hay un hecho que llama la atención de los europeo nada más alcanzar las costas de los Estados Unidos y es la igualdad de fortunas que reina a primera vista y que hace considerarlos a todos como iguales en condición, y este hecho da al espíritu público cierta dirección, determinado giro a las leyes; a los gobernantes máximas nuevas, y costumbres particulares a los gobernados. Pronto reconocí que ese mismo hecho lleva su influencia mucho más allá de las costumbres políticas y de las leyes, y que no predomina menos sobre la sociedad civil que sobre el gobierno: crea opiniones, hace nacer sentimientos, sugiere usos y modifica todo lo que no es productivo.

Si a partir del s XI examinamos lo que pasa en Francia de cincuenta en cincuenta años, al cabo de cada uno de esos periodos, no dejaremos de percibir que una doble revolución se ha operado en el estado de la sociedad. El noble habrá bajado en la escala social y el labriego ascendido. Uno desciende y el otro sube. Casi medio siglo los acerca, y pronto van a tocarse.



Tan impresionado quedó Tocqueville cuando estudió in situ la democracia en América, que llegó a considerar lograda la meta social del hombre: de haber conocido la teoría de Darwin sobre la evolución Tocqueville hubiese pensado: del australutiphecus al homo sapiens y de ahí a la democracia en América. Pero esa democracia no es un parto sin dolor porque tiene sus detractores en constante conflicto con sus defensores. Pero esos detractores no pueden evitar que la naturaleza se abra paso y en su introducción a la Democracia en América nos presenta una evolución del proceso basándose en la historia de Francia desde la Edad Media hasta el experimento americano de la democracia.



Desde ese momento concebí la idea de este libro. Una gran revolución democrática se palpa entre nosotros. Todos la ven; la juzgan de la misma manera. Unos la consideran como una cosa nueva y, tornándola por un accidente, creen poder detenerla todavía; mientras otros la juzgan indestructible, porque les parece el hecho más antiguo y el más permanente que se conoce en la historia.



Sin, embargo, a medida que se descubren nuevos caminos para llegar al poder, oscila el valor del nacimiento. En el siglo XI, la nobleza era de un valor inestimable; se compra en el siglo XIII; el primer ennoblecimiento tiene lugar en 1270, y la igualdad llega por fin al gobierno por medio de la aristocracia...

En cuanto los trabajos de la inteligencia llegaron a ser fuentes de fuerza y de riqueza, se consideró cada desarrollo de la ciencia, cada conocimiento nuevo y cada idea nueva, como un germen de poder puesto al alcance del pueblo. La poesía, la elocuencia, la. memoria, los destellos de ingenio, las luces de la imaginación, la profundidad del pensamiento, todos esos dones que el cielo concede al azar, beneficiaron a la democracia y, aun cuando se encontraran en poder de su s adversarios, sirvieron a la causa poniendo de relieve la grandeza natural del hombre. Sus conquistas se agrandaron con las de la civilización y las de las luces, y la literatura fue un arsenal abierto a todos, a donde los débiles y los pobres acudían cada día en busca de armas.



Aquí tenemos a Tocqueville en la introducción de su libro considerando el ideal roussoniano de la soberanía del pueblo como una realidad social ya alcanzada en EEUU y que podía ser llevada a Europa.



Entonces, transporté mi pensamiento hacia nuestro hemisferio, y me pareció percibir algo, análogo al espectáculo que me ofrecía el Nuevo Mundo. Vi la igualdad de condiciones que, sin haber alcanzado como en los Estados Unidos sus limites extremos, se acercaba a ellos cada día más de prisa; y la misma democracia, que gobernaba las sociedades norteamericanas, me pareció avanzar rápidamente hacia el poder en Europa.



Pero al mismo tiempo Tocqueville desconfía siempre del poder aunque sea el pueblo quien lo detente, porque poder y abuso forman un tándem inseparable con tendencia a generar un problema que Rousseau había dado poca importanciai pero que sí preocupaba a Tocqueville, y mucho: la posible tiranía que la mayoría podía llegar a ejercer al alcanzar el poder. Un fenómeno que los americanos bautizaron como “mobocracy ”o “ chusmocracia” (de chusma o populacho) y cuya evidencia irrefutable llegó a los padres de la patria de mano de los mismos evangelios: la condena de Cristo cuando un cobarde Pilatos “se lavó las manos” y le dio el poder al pueblo durante un instante: suficiente para que una manipulable chusma condenase a muerte a un inocente. La cobardía de los gobernantes que no se atreven a tomar decisiones de Estado es algo a lo que desgraciadamente no somos ajenos.



i En mi opinión, esa fue la clave del fracaso de las teorías políticas que se basaron posteriormente en esa confianza de Rousseau hacia el poder del pueblo y que más tarde tomaría prestado Hegel y Marx. Al contrario que Rousseau, Tocqueville jamás creyó en ninguna utopía y desconfió sitemáticamente del poder. Incluso en su Volumen II desconfía de la democracia y previó lo que ahora se denomina lo “políticamente correcto”



Bibliografía



Democracy in America, Alexis De Tocqueville Volume One, Book One, Introduction



 

jueves, 3 de abril de 2014

Trevijano, democracia formal, mónada, representación y otros conceptos.




Cartel de uno de las conferencias de A.G.Trevijano
El pionero que ha difundido en España la idea de democracia formal es un erudito de la cultura, el derecho, el arte y la historia: A. G. Trevijano, quien distingue la democracia formal de otros sucedáneos y ha aportado unas mejoras sustanciales a la democracia verdadera. Según Trevijano, ya disponemos de suficiente perspectiva histórica y experiencia para corregir errores tomando como modelo democracias como la de EEUU, única nación que en principio cumple a rajatabla con los requisitos de democracia formal; y la quasi democracia de países como Francia, Inglaterra o Suiza. Tras una vida dedicada a la búsqueda y lucha por la libertad  colectiva (diferenciándose de la privada) Trevijano ha aportado al mundo la idea de democracia formal apoyándose en pautas científicas, históricas y filosóficas donde mejora grandes aciertos y corrige errores baśándose en estudios profundos unidos a su propia experiencia cerca del poder.

Pero Trevijano no se queda ahí al elevar la filosofía política al podio de la ciencia descubriendo la unidad democrática, o monada, que él fija en el distrito electoral y cuyo núcleo sería el colegio electoral. La mónada supera el concepto de unidad matemática, que se limita a compara magnitudes, ya que en la mónada se reproducen todos los elementos que representarían el total de la sociedad política, incluida la unidad de poder. Por lo tanto, la primera unidad de poder sería el colegio electoral, no la familia ni el individuo ni el ayuntamiento y mucho menos un partido político.

Trevijano define concretamente la democracia formal bajo tres presupuestos y dos normas; y esta síntesis no surge por generación espontánea sino al hilo de grandes pensadores: Aristóteles, Marsiglio de Padua, Occam, Maquiavelo, Hobbes, Locke sintetizado prácticamente por Jefferson y los padres de la Constitución Americana.

Para el trevijanismo (permítanme que acuñe el término) la democracia formal parte de tres presupuestos fundamentales:

Pueden participar todos los miembros del distrito electoral en las mismas condiciones de igualdad. Léase en esto los ciudadanos con derecho a voto por cuestiones de nacionalidad, edad, censo y edad legal.

El juego se traduce en la existencia de una sociedad política intermedia entre la sociedad civil y el Estado.
 

Sin una sociedad política intermedia que parta de la sociedad civil para ser uno de los controladores del Estado, la sociedad civil está huérfana ante el poder.

Las decisiones se toman por mayorías y minorías.

El trevijanimo distingue el consenso social del político. El social se traduciría en normas sociales consensuadas como la de asistir con corbata a ciertos actos o no ir desnudos por la calle. Ahora bien, apostar por el consenso político como forma de tomar decisiones en vez hacerlo a través de mayorías y minorías parte necesariamente las oligarquías que  orbitaban en torno a un dictador desaparecido, ya que las oligarquías se reparten todas las estructuras de poder del dictador ausente mediante consensos: se necesitan los unos a los otros, aunque se odien, para mantener el statu quo de privilegios heredados de la dictadura de la que partieron; y por ese motivo ningún presidente podrá jamás tomar verdaderas decisiones de Estado sin el permiso de todos los demás partidos. Sin consenso no hay decisiones y si alguien rompiese la baraja perjudicaría a todos los consensuados. Cuando hay que tomar una decisión de Estado hacen piña: por ejemplo, jamás se plantearán desmontar los 17 estaditos con sus respectivos super-hiperpagados mediocres presidentes, altos cargos, legión de paniaguados y pantagruélicas e incontrolables administraciones junto a medios de comunicación, universidades, cátedras a quienes se suman una legión de vividores de todo pelaje, ONG, artistas de salón y caviar; todos socialdemócratas devoradores de recursos y dinero público; en las antípodas de los intereses de la sociedad civil, que son quienes pagan el convite. Para muestra un botón, ¿por qué no se lleva a cabo una consulta plebiscitaria en la sociedad civil? Autonomías si /no, con las cuentas, pros y contras encima de la mesa contrastadas con otros modelos territoriales. En primer lugar, ningún presidente de una partidocracia tiene el poder para tomar esa decisión sin estar consensuada aunque tenga mayoría absoluta; y en segundo lugar, sin esa corrupción se desmoronaría un sistema que se sostiene por y gracias a la corrupción. Y para empeorar las cosas, Europa está apuntada a la misma forma de hacer.

¡Ah! Que habría conflictos. Pues miren, precisamente la democracia formal se basa en el conflicto permanente de la clase política. Son las oligarquías las que necesitan respirar el aire de los consensos: esa palabra, según apunta Trevijano, apareció por primera vez durante los pactos de la Moncloa y es un concepto político inexistente en el mundo anglosajón. Sintetizando el ciclo: dictadura >>oligarquía por consensos>>democracia

Ahora, vamos con las normas que aplicaremos a estos tres presupuestos:

Representación de la sociedad civil

Representar significa “estar presente por”. Los antiguos griegos jamás utilizaron esta idea porque ellos decidían no mediante la democracia formal que nos ocupa sino la directa; es decir, siendo el mismo ciudadano, sin representante alguno, el que tomaba las decisiones votando directamente. Montesquieu ya advirtió que donde se halla el representado no existe el representante. En cambio, los reyes medievales sí utilizaron representantes para imponer su poder, pero la representación del pueblo se atribuye a Marsiglio de Pádua (1270-1342). En su Dictio II del Defensor Pacis establece un paralelismo entre la representación espiritual y la secular. No entraremos en los problemas de oposición que tuvo con el Papa, pero sí nos interesa que inauguró una nueva forma de oposición al mismo. Influyó en las opiniones políticas de su gran amigo Guillermo de Occam (1280/1288 – 1349). Marsiglio mantuvo que el verdadero legislador debía estar constituido por la mayoría del pueblo; quienes incluso tenían el derecho a castigar al príncipe. Propuso una especie de soberanía popular a la Iglesia, incluyendo en ella a los laicos. Planteaba instaurar unos Consejos Locales cuya misión debía ser la elección de Consejos Generales. El Consejo General podría también excomulgar e interpretar las escrituras, y el papado no debía tener prerrogativas especiales. Occam no llegó a atreverse a tanto, pero desarrolló un método absolutamente democrático para elegir al Consejo General. Margsilio y Occam formaron un buen tándem abriendo camino hacia la representación y democracia formal. A nadie se le escapará el paralelismo entre la mónada del Consejo Local y distrito electoral, o de Consejo General y ejecutivo.

Trevijano resuelve las elecciones de la mónada distrito electoral bajo una serie de principios, como hizo para establecer la forma de democracia formal. Estos principios garantizan una proporcionalidad siempre directa: “candidaturas uninominales elegidas por mayoría absoluta, a doble vuelta y en circunscripciones pequeñas, deben cumplir los siguientes principios:

Similar numero de electores en cada circunscripción.

Cadidatura uninominal

Similar número de votos para ser elegido diputado.

Mandato imperativo del electorado.

Revocabilidad de la diputación en caso de deslealtad al mandato”.

La separación absoluta de poderes en todo momento.

El historiador griego Polibio (264–146 AC) no solo fue testigo del saqueo y destrucción de Cartago sino que durante el periodo de la república romana acompañó a Escipión a sus campañas de África e Hispania (estos romanos eran unos fachas, mira que llamarla Hispánia :-) y ya apuntó la separación de poderes en la que se basaría Montesquieu y estudió el efecto dominó que se originaba al finalizar las dictaduras: u otro dictador tomaba el poder por herencia como en el caso de Corea del Norte, o mediante un golpe de Estado), como cuando Claudio sucedió al emperador Calígula; o el poder del dictador se descomponía repartiéndose mediante un consenso entre las oligarquías cercanas al dictador junto a nuevos arribistas oportunistas; y éstas oligarquías, por último, pasaban a ser democracias. “En el periodo del consenso, lo que gana la oligarquía lo pierde el pueblo tal como demuestra la teoría de juegos”. Trevijano
El periodo del consenso resulta ser el más largo y estable ya que la dictadura tiene puesto un cronómetro desde el momento en que se crea. Todos hemos de morir, y el dictador tampoco se escapa a la muerte. El consenso en cambio no muere fácilmente ya que es un monstruo de muchas cabezas: cabezas que se reproducen de forma exponencial porque los intereses que representa a cada familia originan más cargos hereditarios y otra maraña de intereses político-financieros y de poder. Uno será el cabeza visible, pero hay que garantizar que todos entren el el reparto para no romper el consenso. Ese incremento en el reparto no es por creación de nuevas riquezas y meritocracia sino, como se verá en el siguiente punto, por empobrecimiento material, cultural y moral de la sociedad civil. Al afectar la movilidad social por el mérito inevitablemente refuerza la inmovilidad de castas.
Trevijano distingue cómo la guerra fría tuvo enormes consecuencias para Europa, y tener que acudir a la ayuda americana también le afectó dramáticamente para resolver los problemas en los que unos dirigentes incompetentes nos metieron, no supieron resolver y acabaron originando la II Gran Guerra: se romperían los tres presupuestos de la democracia y las dos normas por miedo a que la libertad política pudiese ser una puerta abierta al comunismo en Europa. En España, la dictadura hizo lo propio en la Transición no por miedo al comunismo, y miedo al ruido de sables (Trevijano lo explica como testigo de primera mano) ya que la guerra fría estaba moribunda, sino por miedo a la libertad, “redujo el juego a una competición entre partidos políticamente correctos (contra el presupuesto 1o), integrados en el Estado (contra el 2o) y en un consenso (contra el 3a). Por miedo al control de los electores, adoptó el sistema proporcional de listas. Y por miedo al control de la corrupción, no separó los poderes del Estado... Donde hay conflicto social no puede haber consenso. Una sociedad sin conflicto solo es imaginable en la utopía.”. Democracia formal y democracia material, 21 de mayo de 2006. Antonio García Trevijano
Su mensaje está empezando a calar en la sociedad y la oligarquía durará lo que tarde en calar del todo.


Vicente Jiménez