viernes, 30 de mayo de 2014

La corrección política está destruyendo a la clase media


El Gran Hermano te está vigilando
El estado de bienestar está fundiéndose como la nieve durante el deshielo. Fue el gran logro de la Europa cristiana conseguido mediante sangre sudor y lágrimas durante los últimos siglos. Dos mil años de historia no deben ni pueden acabar en el olvido tal como ocurre en la distopía orwelliana1984; novela donde desaparece y se manipula la historia como si de una Comunidad Autónoma nacionalista se tratara. 
Si utopía significa ningún lugar, su contrario; distopía, significa algún lugar. Es decir, las utopías, ya sean ideologías o sistemas perfectos de gobierno no existen; pero, las distopías sí están presente entre nosotros.Todo sistema de gobierno es imperfecto, algunos resultan verdaderas aberraciones y la democracia se salva siendo el mejor de los sistemas imperfectos: es el que tiene menos imperfecciones.

Si en los años sesenta del siglo pasado florecía una clase media en Europa y América del norte con un envidiable estado de bienestar que vencía los fracasos de las dos grandes guerras, la desaparición de la clase media, su desmoronamiento junto a la manipulación de la historia no resultan sucesos puntuales de tipo apocalíptico, sino que también están siendo progresivos. Entonces, llegaría un punto en el que nadie recordará que existió una clase media en cierta época histórica y mucho menos se sabrá nada del estado de bienestar que se logró. Cuando desaparezca por completo la clase media también lo hará el estado de bienestar y viceversa; y pasaremos al estado de malestar: al de la distopía en estado puro.

Se ataca al cristianismo no porque se trate de una religión sino porque forma parte de nuestra cultura más íntima: históricamente cristianismo e historia occidental son caras de la misma moneda y, sobre todo, de nuestra cultura. Contra el pensamiento libre se utilizan vectores como la crisis, la corrección política, políticas suicidas de inmigración y la globalización o los mercadeos para acabar con el orden y la tendencia que surgió después de la Segunda Gran Guerra.
 
No creo en teorías conspiranoicas como las expuestas por Kalergi (poco conocidas) donde parte de ese plan consistiría en provocar las dos guerras mundiales, introducir los fascismos, el marxismo y forzar un mestizaje mediante la inmigración masiva para acabar con la cultura occidental e imponer un nuevo orden mundial.
 
Ahora bien, si es cierto que respecto a las políticas de inmigración masiva pueden influir variables extrañasi que diesen ese tipo de resultados destructivos para la cultura occidental; por ejemplo, una de esas variables podría consistir en la ausencia de democracia real en Europa y la imposición de la corrección política por infección de los medios de counicación e incluso dentro del espíritu de la misma ley.
 
Lo que sí es cierto es que hemos entrado en una dinámica muy alarmante donde Europa no sabe cómo resolver ninguno de sus problemas, para variar. Precisamente por no haber sabido resolver sus problemas sobrevinieron en el S XX las dos grandes guerras, aunque al final impulsasen la gran recuperación social y económica de las décadas de los cincuenta y sesenta. Pero nada podrá salvarnos de una globalización convertida en invasión. Que grandes masas de población se trasladen de un punto a otro del globo no soluciona ningún problema, sino que causa otro mayor e  insalvable.
Vicente Jiménez


iLas variables extrañas en un experimento son aquellas que influyen en el resultado final pero que no hemos tenido en cuenta. El motivo puede ser por azar o simple desconocimiento. Se descubren una vez obtenido el resultado final si éste no coincide con lo que esperábamos.

viernes, 23 de mayo de 2014

Sobre sucesiones e igualdad. Un texto de Tocqueville


"... Pero la ley sobre sucesiones fue la que hizo dar a la igualdad su último paso.

Me sorprende que los publicistas antiguos y modernos no hayan atribuido a las leyes sobre las sucesiones una gran influencia en la marcha de los negocios humanos. Esas leyes pertenecen, es verdad, al orden civil; pero deberían estar colocadas a la cabeza de todas las instituciones políticas; porque influyen increíblemente sobre el estado social de los pueblos, cuyas leyes políticas no son más que su expresión. Tienen además una manera segura y uniforme de obrar sobre la sociedad, apoderándose en cierto modo de las generaciones antes de su nacimiento. Por ellas, el hombre está armado de un poder casi divino sobre el porvenir de sus semejantes. El legislador reglamenta una vez la sucesión de los ciudadanos, y puede descansar durante siglos; dado el movimiento a su obra, puede retirar la mano; la máquina actúa por sus propias fuerzas, y se dirige por sí misma hacia la meta indicada de antemano. Constituida de cierta manera, reúne, concentra, agrupa en torno de alguna cabeza la propiedad y muy pronto, después, el poder, haciendo surgir de algún modo la aristocracia de la tierra. Conducida por otros principios, y lanzada en otra dirección, su acción es más rápida aún: divide, reparte y disminuye los bienes y el poder. Ocurre a veces que sorprende la rapidez de su marcha, desconfiando de detener su movimiento, se intenta al menos poner ante ella dificultades y obstáculos y se quiere contrabalancear su acción por medio de esfuerzos contrarios. ¡Cuidados inútiles! Porque tritura o hace volar en pedazos todo lo que halla a su paso; se yergue y vuelve a caer por tierra, hasta que no se presenta ante la vista más que un polvo movedizo e impalpable, sobre el cual se asienta la democracia.

Cuando la ley de sucesiones permite y con más fuerte razón ordena el reparto por igual de los bienes del padre entre todos los hijos, sus efectos son de dos clases. Importa distinguirlos con cuidado, aunque tiendan al mismo fin.

En virtud de la ley de sucesiones, la muerte de cada propietario provoca una revolución en la propiedad. No solamente los bienes cambian de dueño, sino que cambian, por decirlo así, de naturaleza. Se fraccionan sin cesar en partes cada vez más pequeñas.

Ese es el efecto directo en cierto modo material de la ley. En los países donde la legislación establece la igualdad en el reparto, los bienes, y particularmente las fortunas territoriales, tienen una tendencia permanente a reducirse. Sin embargo, los efectos de esta legislación no se dejarían sentir sino a la larga, si la ley estuviera abandonada a sus propias fuerzas; puesto que, aunque la familia no se componga más que de dos hijos (y el promedio de las familias en un país más poblado que Francia, es según se dice, de tres cuando menos), esos hijos al repartirse la fortuna de su padre y de su madre, no serán más pobres que cada uno de éstos individualmente.

Pero la ley del reparto igual no solamente ejerce influencia sobre el porvenir de los bienes; actúa sobre el ánimo de los propietarios y suscita pasiones en su ayuda. Sus efectos indirectos son los que destruyen rápidamente las grandes fortunas y sobre todo las grandes propiedades territoriales.

En los pueblos donde la ley de sucesiones está fundada sobre el derecho de primogenitura, pasan más o menos de generación en generación sin dividirse. Resulta de ello que el espíritu de familia se materializa de cierto modo en la tierra misma. La familia representa a la tierra, la tierra representa a la familia; perpetúa su nombre, su origen, su gloria, su poder y sus virtudes. Es un testigo imperecedero del pasado, y una prenda preciosa de la existencia futura.

Cuando la ley de sucesiones establece el reparto igual, destruye la unión intima que existía entre el espíritu de familia y la conservación de la tierra, la tierra cesa de representar a la familia, puesto que, no pudiendo dejar de ser repartida al cabo de una o de dos generaciones, es evidente que debe reducirse sin cesar acabando por desaparecer enteramente. Los hijos de un gran propietario territorial, si son en pequeño número, o si la suerte les favorece, pueden tener la esperanza de no ser menos ricos que su padre, pero no la de poseer sus mismos bienes. Su riqueza se compondrá necesariamente de otros elementos".
La Democracia en América, Alexis Tocqueville, ebook

miércoles, 21 de mayo de 2014

La tiranía no se conquista con facilidad - Thomas Paine



El deber de un patriota es proteger a su país de su gobierno
 "These are the times that try men's souls: The summer soldier and the sunshine patriot will, in this crisis, shrink from the service of their country; but he that stands it now, deserves the love and thanks of man and woman. Tyranny, like Hell, is not easily conquered; yet we have this consolation with us, that the harder the conflict, the more glorious the triumph. What we obtain too cheap, we esteem too lightly.".

“Estos son los tiempos que ponen a prueba las almas de los hombres; El soldado de verano (soldados a punto de licenciarse en enero y que habían contribuido al esfuerzo bélico durante el verano), y el patriota dispuesto solo cuando le resulta fácil servir a su país se arrugan ante el servicio; pero aquel que se mantiene firme merece el amor y el agradecimiento de todos los hombres y mujeres. La tiranía, como el infierno, no se les vence fácilmente; pero nos queda este consuelo: cuanto más difícil sea el conflicto, más glorioso será el triunfo. Lo que se obtiene fácilmente, no se valora”. Panfleto de Thomas Paine en pleno campo de batalla.

Soldado de verano: muchos soldados podían licenciarse en Enero y por lo tanto estaban a punto de poder hacerlo
Washington cruzando el río Dalaware Fuente Wilkipedia
El panfleto de Thomas Paine fue uno de los discursos más hermosos en la historia de Estados Unidos y la libertad. Claro como el agua fue utilizado por George Washington, el nuevo general de las fuerzas continentales de los rebeldes americanos en la Guerra de Independencia para encender de ardor patriótico la moral de una hambrienta y mal pertrechada tropa haciendo frente no solo al enemigo sino al peor de los inviernos registrados. Por el contrario, los ingleses disponían de una fuerza de mercenarios profesionales superior en número, mejor entrenada y bien pertrechada: abrigos, tiendas de campaña, armas, alimentos... Enfrente y separados por el río Delaware unos patriotas desarrapados se enfrentaban a los terribles hessian; el feroz ejército de mercenarios alemanes. El contexto de este discurso hay que situarlo en una situación límite del famélico y desnudo David contra Goliat. Fue Paine el precursor del patriotismo americano; un arma nueva y desconocida hasta entonces que cogió por sorpresa al enemigo y que en última instancia contribuyo a derrotarlos. Washington aportó la inteligente estrategia de cruzar el río Delaware en New Jersey la noche de Navidad de 1776 para dirigirse a Trenton, algo que el enemigo no eperaba tanto por el momento como por las terribles y gélidas condiciones atmosféricas. El resultado lo podemos resumir en el factor sorpresa y la pocas bajas por ambos lados. La tropa enemiga hecha prisionera junto al jugoso botín de guerra. Pero antes, Washington había tenido otra idea genial, sin la cual la desmoralizada tropa no le hubiesen seguido esa Nochebuena cruzando el río: hizo imprimir en su campamento cientos de copias de la soflama de Paine y leerla ante cada grupo de soldados que se acurrucaban en las numerosas hogueras del campamento militar. Ese discurso fue la chispa que encendió los corazones de la tropa y oficialidad. Sin Paine y acorralados por el ejército inglés que se les perseguía victorioso, el Ejército Continental hubiese probablemente sido destruido; y América no habría sobrevivido.

Pero ¿qué hacía un inglés como Thomas Paine en medio de la batalla de Trenton en plena Guerra de Independencia Americana escribiendo panfletos, y cómo había llegado hasta allí?
 

Hay que retroceder a su juventud, cuando viviía en Inglaterra. Después de la muerte en el parto de su mujer y de su hijo, de que su negocio familiar de fabricación de corsés cayera en la ruina y que el gobierno inglés lo despidiera de su cargo de inspector de impuestos por su lucha pidiendo al Parlamento mejores condiciones de trabajo, Paine se hallaba en una situación muy difícil. Pero entonces conoció a Benjamin Franklin, quien valorando la enorme valía de las ideas del que sería su amigo le aconsejó y ayudó para emigrar a las entonces todavía colonias americanas. Con una carta de recomendación de Franklin en el bolsillo aterrizó en 1774 en Filadelfia y consiguió trabajo como editor en un periódico. El periódico aumentó considerablemente sus ventas gracias a los editoriales de Paine y en 1776 se hizo famoso cuando publicó Common Sense (Sentido Común), donde preconizaba que las colonias americanas debían separarse del reino de Gran Bretaña. Common Sense cayó como una verdadera bomba en las colonias, de tal forma que John Adams llego a decir: “Sin la pluma del que escribió Common Sense la espada de Washington se habría desenvainado en vano”. Mas tarde Paine escribiría una serie de panfletos incendiarios para propagar la revolución y la lucha contra la opresión; The American Crisis (la Crisis Americana). Así Paine se convirtió en el verdadero ideólogo de la revolución americana. Sus proclamas y Common Sense se leían en secreto en las plazas, en las esquinas, en las tabernas, en las casas. El que sabía leer tenía siempre un corrillo de atentos escuchantes. En su Common Sense, argumenta que la independencia era inevitable basándose en el sentido común, en hechos simples y sencillos que la población entendía a la perfección. “El gobierno era un mal necesario del que estaríamos a salvo solo si era representativo y alterado frecuentemente mediante elecciones. La acción del gobierno en la sociedad debía ser reguladora y cuanto menos mejor”. Sobresale en el libro su llamada a la declaración de independencia. Su influencia fue directa en la Declaración de Independencia del 4 de julio de 1776 y Paine se enroló en el Ejercito Continental.
 

Al acabar la guerra Paine estuvo junto a su amigo Jefferson redactando la Constitución Americana. Si uno puso la forma, el otro puso parte del contenido ideológico; y el flamante gobierno americano le dio un merecido puesto en el Comité de Asuntos Exteriores del Congreso, pero allí se ganó en seguida poderosos enemigos. La libertad por la que había tanto luchado quedó enturbiada a causa de los poderosos esclavistas; y Paine no podía aceptar la esclavitud, como es natural. Fue vilipendiado mediante una infamante campaña pagada por sus enemigos en la nación que él había contribuido a crear. A los Estados Unidos de América les costaría ochenta y cuatro años después miles de muertos y una guerra fratricida el no haber escuchado a Paine y haberle despreciado. La abolición de la esclavitud necesitó también de otra guerra y otro mártir por la libertad: Abraham Lincoln.

Desilusionado por en lo que había acabado la libertad en América; una nueva nación con esclavos, Paine volvió a Inglaterra en 1787. Interesado por la ciencia su ambición era la de diseñar y construir un puente de hierro por primera vez. Esta labor de ingeniería la combinó con su pasión por la libertad y escribió Los derechos del hombre: obra clave en la Revolución Francesa. En el Club Liberal de Londres dio un famoso discurso en defensa de la libertad y la verdadera democracia en una sala llena de admiradores, pero también de horrorizados espías de la corona.

Aquellas cargas de profundidad contra la corona británica, el sancta sanctorum del sistema, en el mismo Londres ya era demasiado: ese loco no solo contribuyó decisivamente a que Inglaterra se quedara sin sus colonias de América sino que quería llevar la revolución y libertad al mismo corazón de Gran Bretaña. De nuevo se ganó enemigos poderosos y peligrosos, pero si sus enemigos eran poderosos también estaba arropado por amigos poderosos, y fue advertido de que no volviese a su casa al acabar la conferencia porque unos agentes lo iban a asesinar. Escapó al complot por los pelos embarcándose aquella noche hacia Francia. Allí llegó a tiempo para saborear la Revolución Francesa. Era el escenario perfecto para alguien como Thomas Paine.

Evidentemente el famoso Paine fue recibido en Francia como un héroe con todos los honores y aunque no sabía francés fue nombrado miembro de la Convención Nacional. Pero cundo la revolución llegó a la época del terror quien tanto odiaba la institución de la monarquía se opuso ante la Convención a que se guillotinara a Luís XVI tras su caída y también abogó por la vida de sus amigos girondinos (los que estaban siendo perseguidos por Robespiere y sus acólitos). Para Thomas Paine era la institución monárquica lo que lo que se había de derribar y no ejecutar al rey, porque aunque lo matases, otro ocuparía su lugar. Y esto tuvo la sangre fría, el valor y la gallardía de defenderlo ante los radicales jacobinos como Robespiere, Marat y Danton. Sus amigos girondinos fueron todos rápidamente cayendo al filo de la guillotina, pero por la amistad que Thomas Paine tenía con el entonces presidente Washington, un cauto Robespiere simplemente lo encarceló sin atreverse a firmar todavía la sentencia de muerte.

¿Por qué Washington, su amigo, no hizo nada para librar a Thomas Paine de la cárcel y de la muerte? Precisamente el mismo Paine que le salvó a Washington el trasero cuando en el campamento escribió aquella gélida noche la proclama que encendió los corazones y el valor de la desanimada tropa antes de cruzar el río Delaware? Para vergüenza y oprobio de Washington, la realidad es que ni siquiera contestó a la carta que Paine le envió. El motivo, la política: estaba negociando con la Corona Inglesa y Paine seguía en busca y captura por los ingleses por traidor, agitador y revolucionario; era el enemigo público número uno. En su única carta Paine escribiría a Washington:


Es imposible que a estas alturas no sepa la situación en la que me encuentro... Respecto a Vd. Sr., traidor en la amistad privada (pues eso es lo que ha sido en esta situación de peligro) y un hipócrita en la vida pública, el mundo no llegará a acertar si Vd es un apóstata o un impostor: si ha abandonado los buenos principios o nunca los tuvo.

Washington nunca le contestó, y el radical Robespiere, viendo que Washington se desentendía firmó al cabo de un año la condena a muerte de Paine. Un carcelero pasaba cada noche con la lista de penados y marcaba con una tiza una cruz en la puerta de los condenados a morir al día siguiente. Aquel día, Paine tenía la puerta de la celda abierta (la puerta se abría hacia afuera) con un permiso especial del alcaide a causa de unas altas fiebres y el guardia pintó la cruz por detrás. Al día siguiente le cerraron la puerta y la cruz quedó por dentro, con lo cual se libró aquella vez de ser guillotinado. Para cuando se dieron cuenta del error, la cabeza de Robespiere ya había rodado en la guillotina y Thoma Paine fue liberado. Con la salud quebrantada a causa de la estancia en prisión solo quería pasar sus últimos día en América, y su amigo Jefferson lo pasó de contrabando ante las narices de la flota inglesa en un barco de guerra americano, ya que los ingleses tenían cercados los puertos franceses para capturarlo si intentaba escapar a América. Dejaba atrás la salud y un año en una infame prisión esperando la muerte cada uno de los días de ese año: cada noche sin saber si iba a ser la última. Cada una de esas interminables horas escuchando atentamente si alguien se acercaba y marcaba su puerta con la fatídica cruz de la muerte.

Antes de morir, desilusionado con el género humano,  pero creyendo en la libertad América le regaló la última demostración de ingratitud: muy enfermo y sin fuerzas para sostenerse se levantó de la cama e hizo el largo y penoso camino hasta llegar al lugar para depositar su voto. El presidente de la mesa lo reconoció y le rompió la papeleta: “Lo siento, no es Vd. americano y no puede votar”, le dijo cínicamente. 

En América nunca le perdonaron, mientras vivió, su oposición a la esclavitud y la libertad de pensamiento religioso. La Guerra de Secesión estaba por venir todavía.

Vivió como un pordiosero en la América que él tanto había ayudado a forjar en una casa donde le dejaron vivir. Por su origen cuáquero quiso que lo enterrasen en un cementerio cuáquero, pero hasta eso le negaron. Murió en 1809 y lo enterraron en un campo de árboles frutales cercano que el estado le prestó: solo cuatro personas asistieron a su entierro, pero esos cuatro asistentes al sepelio fueron todo un símbolo. Dos de ellas una amiga francesa que iba a cuidarlo y el hijo de la señora. Hijo y madre uno en frente del otro con la fosa a sus pies y el cuerpo de Paine dentro: “Por quien luchó por la libertad de ambos países, tú hijo estás representando a América y yo a Francia en estos momentos” fuel el emotivo responso que sintetizo toda una vida en lucha por la verdadera libertad.

No suelo dar más de cuatro datos biográficos en mis escritos; pero la apasionante vida, lucha y sacrificio por la libertad y la verdadera democracia e igualdad entre los hombres le hace merecedor, salvando las distancias de fe, de estar en un podio junto a personajes como Buda, Jesucristo, o Luther King y Licoln. Como todos los redentores de la humanidad fue traicionado, perseguido, vilipendiado, incomprendido y sacrificado. Entender la democracia y la libertad es aceptar con valentía el mensaje de Paine, por su obra y sus acciones. Si Tocqueville fue el genial analista de la democracia en América, Paine fue el ingeniero de la misma. Sin él, la democracia formal no existiría.


Vicente Jiménez


jueves, 15 de mayo de 2014

¿¡ Qué es eso de una utopía !?



Tomás Moro 1527 Holbein (Wikipedia)
Los hombres de nuestros días tienen más elementos de juicio y visión científica que los de hace, digamos, dos siglos para establecer una democracia. Toda democracia requiere que los poderes legislativo y ejecutivo estén no solo separados sino enfrentados y vigilándose entre sí. También es posible buscar métodos para que el deseo del pueblo sea obligatoriamente recogido por los legisladores de forma que la sociedad civil esté representada; es decir, que el legislador esté presente físicamente por ese ciudadano y no haga lo que le dé la gana sino lo que el ciudadano quiere. Por otra parte, tenemos el poder judicial que políticamente es casi nulo: todo tal como apuntaba Montesquieu. Esas son las reglas de la democracia formal con las que queremos jugar: reglas ocultadas por los medios a los ciudadanos de Europa. Esas normas no son ideológicas sino que su finalidad es alcanzar la mayor felicidad posible para la mayor cantidad de ciudadanos posibles.

Las normas de la democracia formal permiten objetivos prácticos y no quimeras. Es que a la que el ciudadano vea que la ha pifiado no volverá a proponer lo que sea que haya propuesto: tendrá más cuidado con los deseos porque los deseos se consiguen. Así, en una democracia formal todos vamos aprendiendo poco a poco sobre lo que deseamos y el precio a pagar por los mismos, porque es que lo consigues y puedes salir trasquilado. Esa es una responsabilidad con la que tendremos que lidiar y de ahí el miedo a la libertad: sanidad para todo el que llegue de fuera y por la cara..., por ejemplo. Bueno..., vale; pero luego al pagar la factura de otro no te quejes...

Las quimeras quedan para las ideologías. Un pobre idealista está condenado de antemano a arrastrar una vida de frustración: toda una cadena perpetua sin permisos domiciliarios. El motivo es evidente; las ideologías no dejan de ser utopías: es decir, lugares que no existen en este universo. Las ideologías no se pueden alcanzar nunca y el idealista anda siempre cabreado...

A pesar de la coincidencia con la idea del ciudadano perfecto gracias a la ciudad perfecta de la República de Platón, fue Santo Tomás Moro quien planteó, por primera vez, el concepto de u-topos, es decir; en ningún lugar. El autor de Utopía, Tomás Moro, fue ministro del rey Enrique VIII de Inglaterra y ejecutado por este soberano al no doblegarse ante los deseos del monarca que ordenó la escisión con la Iglesia Católica. Enrique impulsó una reforma religiosa para dar vía libre a sus apetitos carnales y de poder (ver 1ª temporada Los Tudor, serie de TV).

El rey Enrique pasó de ser nombrado Defensor de la Fe Católica por el Papa León X (1521) a quedar excomulgado y considerado hereje por el Papa Pablo III, al nombrarse a sí mismo Jefe Supremo de la Iglesia Anglicana y romper con Roma. Tomás Moro no aceptó el cambio de fe que su monarca le imponía y fue ejecutado por ello; y más tarde, santificado por el sacrificio que hizo por su fe.

Lo que intenta describir Tomas Moro en su Utopía es la ciudad y la sociedad perfecta. Una novelita escrita en latín (la lengua franca del s  XVI) que empieza en forma epistolar intercambiando correspondencia con un tal Giles. Giles y More son personajes reales que entran dentro de la trama novelesca a través de las cartas que se intercambian y donde se nombra, como si fuese real, al personaje ficticio de Hythloday. Hythloday guía a Moro en su viaje turístico por la isla de Utopía. El mismo nombre de Hythloday significa vendedor de cuentos sin sentido. Hythloday le trae buenas noticias a Moro sobre una isla donde existe una sociedad ideal que es la que se describe en Utopía. Aunque el nombre de la isla no existe y el lugar mucho menos (Utopia=ningún lugar), Hythloday es muy dogmático en sus opiniones: pasa del sentido común al ridículo con una facilidad sorprendente y todo lo de Utopía le parece bien; esté cargado de sentido común o sea el más completo de los disparates, que de todo hay. Incluso hay ocasiones en las que se contradice. Juzguen Vds. con este pequeño extracto:

La Ciudad se compone de familias basadas en el parentesco. Las mujeres, al casarse, van a la casa de sus maridos, formando parte de la nueva familia. Los hijos y los nietos varones viven en la familia bajo el gobierno y la obediencia del más anciano, y cuando la edad y los achaques lo exigen, le sucede el que le sigue en edad.

Para que no falte población en la Ciudad, y para que no aumente en demasía, tienen ordenado que ninguna de las 6.000 familias que integran la Ciudad pueda sustentar menos de diez menores ni más de 16. En cuanto a los adultos no hay ningún tope determinado.

Esto se logra pasando los niños que sobran de una familia a otra que les falten, para formar su cómputo. Si alguna vez se multiplican más de lo determinado y justo, con los que sobran se compensan las zonas despobladas de otras ciudades. Si en algún caso en toda la isla hay excesiva muchedumbre de moradores, hacen un padrón y en el continente fundan colonias sujetas a sus mismas leyes, convidando a los naturales de aquella tierra a que vivan en su compañía, si tienen gusto en ello Extracto de Utopía

Tras estas pinceladas sobre el concepto de utopía, podemos contraponer las visiones de Hythloday a la realidad; que resultó ser, al fin y al cabo, la verdadera intención de Tomás Moro. Igual que Cervantes acaba con los libros de caballería con un libro de caballería, Tomás Moro acaba con las utopias con una novela de utopías.

Cuando pensamos en ciencia o filosofía política podemos hablar sin fundamento lo primero que se nos ocurra, algo parecido a una conversación esporádica de bar. Pero cuando lo hacemos, es como querer construir un avión con lo primero que se nos ocurra. Desde aquellos duros principios de la aviación pasando por el primer vuelo de los hermanos Wright hasta llegar a la moderna ingeniería de vuelos supersónicos y espaciales hay un abismo. No podemos diseñar un avión diciendo cuatro tonterías en un bar como tampoco se pueden dar con soluciones serias a los problemas políticos de la misma manera.

Esa es la zanahoria que ponen muchos políticos ante la población en sus discursos; y por eso ya dijo uno de ellos que los programas electorales se hacían para no cumplirse. Gran verdad: son pura utopía, y si hay un tonto que se le ocurre llevar a cabo la utopía resulta al final en un auténtico desastre: se me ocurre regalarle un ordenador a cada niño, o un coche a cada ama de casa y un sueldo para que vayan a comprar. Porque ante toda propuesta utópica subyace una terrible tormenta: ¿quién la paga? Populismo y utopías van siempre de la mano, sobre todo en periodos electorales.

El esfuerzo de los grandes genios y pensadores que nos precedieron no puede quedar en saco roto. No partimos de cero. Por ello, el experimento de la primera democracia del mundo legisló sobre la obligatoriedad inexcusable de la escolarización para todos los niños de lo que serían después los Estados Unidos, incluso antes de su fundación. Por eso la instrucción, que no la educación (ese terreno es de la familia) es tan importante: para que no construyamos aviones en la barra de un bar. Para que no nos quedemos contemplando nubes esperando que nos resuelvan los problemas: eso es pura utopía. Para que no podamos ser fácilmente engañados por los poderosos: La República de Platón, Leviatán, el Principe, El Segundo Tratado de Locke, El Espiritu de las Leyes de Montesquieu, El Discurso de Rousseau, El Contrato Social, La Democracia en América de Tocqueville y cómo no: Utopía entre otros, deben ser de lectura obligatoria en Bachillerato y algo hay que explicarles a los chavales de la ESO. Por lo menos que lean y se comente algún pasaje bien escogido..., para evitar conversaciones utópicas y que no nos engañen. Para que tengamos suficiente bagaje intelectual con el que exigir algo muy sencillo con lo que hemos empezado el texto: una democracia formal
Vicente Jiménez


i El título fue concedido en reconocimiento al libro escrito por Enrique, Assertio Septem Sacramentorum (Defensa de los siete sacramentos), que defendía el carácter sacramental del matrimonio y la supremacía del Papa, que fue visto como una importante muestra de oposición importante a las primeras etapas de la Reforma Protestante, especialmente a las ideas de Martín Lutero.

martes, 6 de mayo de 2014

La abstención activa VS un partido de ángeles celestiales


No es el uso del poder o el hábito de la obediencia lo que deprava a los hombres, sino el desempeño de un poder que se considera ilegítimo, y la obediencia al mismo si se estima usurpado u opresor. Alexis de Tocqueville, La Democracia en América
La Hidra




Es necesaria una ciencia política nueva y desconocida para la mayoría de los españoles que debe ceder paso, por primera vez, a los verdaderos intereses de la sociedad civil sobre los instintos más básicos y ciegos: instintos ciegos por seguir a partidos incivilizados (no pertenecen a la sociedad civil) con la misma fe que a un equipo de fútbol, o para que esa misma sociedad permita impávida el progreso de oligarquías mediáticas, políticas, financieras, patronales o sindicalistas.

Las autonomías han sido un terreno abonado para el desarrollo del más estable de los sistemas políticos que han inventado jamás los hombres: el de las oligarquías. No obstante, esta enorme estabilidad garantiza las pérdidas más dramáticas de los derechos de la sociedad civil y toma forma de hidra. Cada nueva cabeza de la hidra resta riqueza y oportunidades a la sociedad civil: las que son arrebatadas por las oligarquías. La hidra multiplica sus cabezas y la clase media sus penurias.

El término de casta parasitaria fue acuñado por el escritor, historiador y periodista Enrique de Diego. No puede estar más acertado en el concepto que nos presenta: se constituyen en casta ya que una vez establecidas, la movilidad social resulta totalmente imposible para las clases medias. No creo que el lector albergue esperanzas, por ejemplo, de que sus vástagos tengan acceso a las altas esferas en la política o un cómodo alto puesto en banca o una empresa energética o de comunicaciones si ya él mismo no forma parte de la casta. Esos cargos son tan hereditarios como el de cualquier monarca. Es parasitaria puesto que no aporta riqueza y vive del esfuerzo y sudor de la sociedad civil: su modus vivendi es la destrucción y apropiación de riqueza ya creada; jamás originan riqueza: se la apropian mediante leyes dictadas por ellos y para ellos. En esa destrucción de riqueza el socialismo y el comunismo albergan dramáticas coincidencias y objetivos comunes.

Toda oligarquía forma parte de una casta parasitaria que funciona por consensos. Sin consensos no puede darse nunca una oligarquía. Estos consensos se toman de espaldas a la sociedad civil y solo sirven a los intereses de los oligarcas. Existen oligarquías incrustadas en cada una de las autonomías y en el mismo Estado mediante sistemas piramidales muy firmes e inalterables. Nadie osa traspasar de una pirámide a la de su señor porque ese mismo señor es muy celoso del lugar que ocupa en el sustrato de la la pirámide; tanto él como el que heredarán sus retoños. Un enchufado puede saltar al sustrato más básico con un solo movimiento de dedo de su jefe de partido y ese temor junto a los consensos mantienen la cohesión. En realidad hemos vuelto al sistema medieval, pero así como en aquellos tiempos era posible ganar por el valor de tu brazo en batalla un señorío, ahora resulta imposible. La meritocracia no es políticamente correcta bajo ninguna de sus vertientes. La meritocracia es antisistema desde el punto de vista de las oligarquías opresoras.

Este sistema necesitaba de una ideología para sostenerse. Esa ideología es la corrección política. Las leyes que jamás salieron de ningún representante de la sociedad civil, pero que sí fueron ordenadas por las oligarquías dominantes protegen celosamente la corrección política. Esa corrección política lo ha cambiado todo en treinta años: el significado de las palabras, la moral, la ética..., y cualquiera que ose contradecirla será reo de traición ante un tribunal mucho más estricto que lo fue el de la Inquisición o el de la gestapo del periodo isabelino de Inglaterra.

El sistema oligárquico modela un conjunto estable donde el todo es más que la suma de las partes: echa raíces y el enmarañado forma un tejido social muy difícil de penetrar donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. A eso le llaman globalización. No es que el tercer mundo se acerque a lo que con sangre sudor y lágrimas se hubiese ya conseguido en el mundo occidental: es que el mundo occidental es el que se acerca cada vez más al tercer mundo.

La clase media desaparece fagocitada por el sistema oligárquico: o estás arriba o estás abajo, pero es muy difícil permanecer en aquel lugar que basaba cierta estabilidad lograda, para la mayoría de la sociedad civil, con el esfuerzo y la consecución de ciertos bienes muebles e inmuebles frutos del trabajo de toda una vida. Antes, por ejemplo, un mileurista era considerado poco menos que un indigente: el sistema oligárquico ha conseguido que ahora ser mileurista esté considerado estar dentro del grupo de los privilegiados: de momento, la nueva clase media es la que puede poner un plato en la mesa y vivir bajo el techo... de los abuelos. Cuando se consigue un trabajo de supervivencia se acepta lo que te echen: no hay opción. O aceptas o no sobrevives. Este cambio no ha venido de la noche a la mañana: ha sido planificado mediante políticas muy activas y que han tenido lugar en todo el mundo occidental. Adiós a las luchas del s XIX y lo que se consiguió en el s XX a base de sangre, sudor y lágrimas. Bienvenido tercer mundo...

La cuestión que se plantea ahora ante este panorama tan desolador para la clase media es si el proceso es reversible o no. Hay dos teorías que jamás se han puesto hasta ahora en ejecución para conseguir una verdadera ruptura con el sistema oligárquico de poder y la instauración de un sistema democrático formal: la teoría de la abstención activa y la teoría del virus. La primera pretende deslegitimar al gobierno de turno mediante una abstención masiva para pasar luego a una serie de acciones masivas ciudadanas y pacíficas cuyo objetivo consistiría en lograr la libertad constituyente y así conseguir la democracia formal. La conciencia ciudadana sería básica para el éxito de esa catarsis, pero se basaría en una conciencia colectiva difícil de lograr: casi una utopía. Unas minorías se han percatado de ello pero esa minorías no disponen de los medios de comunicación (manejados por oligarquías) para realizar una autentica labor pedagógica que desprogramara a las masas. Además, de no lograse una base muy solida de concienciación, las oligarquías que dominan la calle; muchas veces muy agresiva y virulentamente, podrían aprovechar el río revuelto para imponer el sistema totalitario que persigue la denominada extrema izquierda.

La teoría del virus pretendería que fuese un partido el que produjese ese cambio hacia la democracia formal, pero controlado; lo que resultaría también una verdadera utopía. Sería un partido formado casi por ángeles celestiales porque el objetivo del jefe de cualquier partido es conseguir el poder, y de hacerlo en el sistema actual entraría de lleno en la vorágine de la oligarquía como cualquier otro. Para darle la vuelta a la tortilla ese partido debería usar el poder ( de conseguirlo con mayoría absoluta) para montar la estructura de una democracia formal y una vez montada dicha estructura renunciar al poder para dárselo al pueblo: representantes de distrito, mandato imperativo, separación radical entre el poder legislativo y ejecutivo..., en fin: el paquete entero.

La tercera vía es la que dio resultado una sola vez en la historia de la humanidad cuando los llamados padres de la patria fundaron los EE UU después de la guerra de independencia contra los ingleses. No es necesario comentar los inconvenientes de esa vía.

Si la tercera vía fue una utopía extraída de las teorías de Locke hasta que llegaron hombres de una casta especial, verdadero patriotas, que dinamitaron el mito de u topos (utopia=ningún lugar) y llevaron la democracia a América, también puede haber hombres y mujeres en España con el mismo ardor y deseo insuperable de libertad colectiva. En un pequeño lugar de Europa puede que caiga la primer ficha, la ficha que haga caer a las otras en un verdadero efecto dominó. Vivimos tiempos emocionantes y tal como bien apuntaba Tocqueville, la democracia es imparable. Es un proceso de evolución...